the skinny little bitch love

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its me, right

Son demasiado increíbles

los universos que creamos

27 nov 2008

No recordaba lo anterior sucedido ese mismo día, hasta que me dediqué a hacer memoria. Era el final, era la finalización de las típicas. LLegamos a esa esquina donde yo sigo generalmente derecho, y ella dobla hacia la izquierda, en una esquina con un kiosquito medio amarillo de baja estatura, con un tono old school, con una puerta que tiene dos puertas, con unas ventanas altas, la puerta queda justo en la esquina. Es amarillo, y estaba iluminado por el sol, que solo llegaba a esa esquina, ya que era el final, entonces es de esas luces que finalizan, y no pude evitar decir - ah, que lindo este negosio. - Nadie respondio, nadie lo notó. Pero se nos ocurrió un acuerdo que nos beneficiaría a ambas, nos daría su dosis exacta de satifacción, y de seguir en compañia. Entramos al quiosco y compramos un : Beltmont ligth de 10. Uno para ti, otro para mi. Ahora... dónde lo fumamos ? Estaban dos posibilidades, tres en realidad, no sé si la Maca las entendio bien realmente, yo era la que organizaba en ese momento, ella se preocupaba de repartir lo que sería consumindo, ella se preocupaba del producto, yo de el lugar para el producto. Una, era ir al banco, afuera, donde hay ventanas-espejos, que te sientes como en Madrid (tenga referencia de esto en el capitulo anterior, en ''Tardes con pistaxo en Madrid''), que queda a dos cuadras de mi casa; o el banco o biblioteca cerca de casa de Maca, oh-oh, no hay solución equitativa para nadie ! para nadie !, yo decía, yo gritaba : - Dejemoselo al destino!, yo quería dejarselo al destino!. - ( jugar cachi-pún ), la Maca dijo que quería algo intermedio, por lo que no me quejé, debido a que entendía por completo su forma de ver las cosas, y la encontre mas acertada, buscar otra posibilidad. Hay mas posibilidades. Pero a nadie se le ocurria nada, ah por cierto, hasta este momento solo se tenia la posibilidad de la biblioteca o el banco, dos lugares bastante extremistas respecto a distacias. Entonces nadie hacia nada, y la Maca no se resistía ni resistiría mucho rato más a no prender ese cigarro. Decidí actuar. La agarré de un brazo, y con ese sentimiento de presionar a la otra persona, que te dan ganas de correr, de gritar, de repetirle muchas veces la misma palabra, que tiene un significado de llegar pronto al objetivo siempre, repetirla cerca de su oido, en tono alto, mientras la semi-empujas y le das palmaditas en la espalda. Es la mejor manera, a mi me darian ganas de salir corriendo, cumplir luego lo que me pide la otra persona, para pasar ese momento tan poco equilibrado. Es una buena técnica. Ivamos a ese ritmo, con ese tono, caminando rapido, casi-corriendo, yo la empujaba, ella miraba desconcertaba, solo podía seguir las pocas instrucciones que captaba al segundo. Objetivo : casi logrado!, se nos adelantaron!, un jovensito que iva delante de nosotros, nos engaño, nos burló todo el rato, claro ! el caminaba como que no tenía el gran proposito-objetivo, a diferencia de nosotras, y cuando nadie se lo esperaba, se sienta en la escalera del banco, que por supuesto, yo no estaba dispuesta a compartir con un ganador tan perverso como ese. Atiné a decirle a la Maca lo que estaba sucediendo. Media vuelta y seguimos con la misma acción y el mismo ritmo. Cuando ivamos llegando al kiosko nuevamente, y cuando estabamos a punto de retroceder desperdiciada e inutilmente a la misma retardada situación de segundos antes, pasó. Me convertí en una vendedora. Simplemente, me convertí. Metamorfosis, como quieras. Agarro a mi compañera del hombro, la semi abrazo, y comienza el convencimiento de que el mejor lugar de su vida está por llegar. Siempre atenta y siempre exaltada, la vendedora (osea yo), la lleva ( siempre con las semi-palmaditas aceleradas en la espalda, no lo olviden ), la dirige, y comienzan a cruzar la calle, adopta un lenguaje culto formal, insistente, convencedor, dudoso de ver, pero atrayente, le habla de los beneficios que vendrán si solo me sigue, caminamos rapido, cruzamos la primera calle, le sigo hablando, mientras cruzamos la otra calle a pasos agigantados señores ! , cada vez más rapido, la voz es mal alta, al ritmo de la caminata, se vuelve en un todo lleno de energía y de convencer a mi cliente, mi cliente siempre con esa mirada de que no entiende que sucede, como si no le diera las claras explicaciones de que el terreno es lo que ella necesita y busca para su vida, que si no lo adquiere enseguida, ni siquiera me atrevo a mencionarle las consecuencias y el grado de arrepentimiento que experimentará !. Tercera calle, cruzada. La situación finaliza cuando coordinadamente nos sentamos en el borde de madera de muchos quioscos unidos de madera, que estaban cerrados y sin actividad, con un piso de piedritas. Finaliza como si siempre ubiera estado proyectado y presupuestado el lugar. Nos sentamos con esa coordinacion, con esa premeditación que lo hizo encajar perfecto. La vendedora termina con una frace que cierra todo. Exactamente no recuerdo, pero es algo como : - Y, que opina ? . - Al cotrario de lo que todos esperamos ( esperamos que me responda si quiere o no el terreno, que cuantos metros cuadrador, o que si podemos hablar de el precio ), se tapa la cara, descanza, le ataca una risa abundante, y me dice entre éstas : - y aquí era?, a ya -, con ese típico tono medio desganado-desinteresado-impresionado que es caracteristico de mi acompañante en este, o muchos momentos. Prendemos los cigarros. La vida sigue, las conversaciones respectivamente también. Fumamos. Pierna encima de la otra, aspira el humo, y deja posada la mano con el codo apoyado cerca del estomado y la mano como a nivel de la cabeza. Conversan. Nunca nada pasó, nunca nadie lo recordó.

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el craneo de tenia cofré helysen

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